jueves, 23 de octubre de 2008

Agresividad por Dominancia

Sección de Comportamiento Animal
Pets y Más. Costa Rica 2007Año 7. Volumen 1Número 79

MSc. David Peiró PuenteEtólogo Clínico Veterinario y Adiestrador Canino Profesional
Profesor de Etología Clínica Veterinaria Universidad Veritas
Jefe de Proyecto del Centro de Rescate de Animales Silvestres "Rancho Margot".
Correo electrónico:
fogaus@gmail.com
www.fogaus.com
Teléfono: (506) 24487128

Agresividad por dominancia

En este artículo se describe un problema de comportamiento de agresividad hacia los propietarios de un pastor alemán de un año y medio de edad.
I parte

“Wolf”, un macho sin esterilizar, de año y medio de edad y de raza pastor alemán. Los propietarios son una pareja, Eva y Carlos, de 30 años cada uno, con dos hijos, uno de 13 y otro de 14 años. Habitan en un departamento que cuenta con un pequeño patio de unos 25 metros cuadrados en una gran ciudad.
Historia

“Wolf” fue adquirido por sus propietarios a la edad de 2 meses en una tienda de mascotas. A esa edad lo llevaron a su casa donde tenían un gato, un siamés de cuatro años al que tuvieron que regalar ya que no lo consiguieron socializar con el nuevo animal. Tanto ellos como los hijos jugaban reiteradamente con el perro con las manos, produciéndoles numerosos arañazos dado el filo de los dientes del cachorro. Dormían con él en la cama de matrimonio, le daban su ración de alimento de alta gama antes que ellos comieran y le daban también comida de la mesa cuando él lo solicitaba.

La pareja comenta que ya desde los cinco o seis meses el perro comenzó a gruñirles cuando cualquiera de la familia se acercaba al tazón de comida mientras él comía. Más adelante, se repetían los gruñidos cuando el marido se acercaba a la cama de matrimonio, cuando se le intentaba acariciar, al jugar con él e intentar quitarle los juguetes, o al manipularlo como bañarlo, cepillarle, ponerle de cubito supino, etc. e incluso cuando se le sacaba a pasear y se le tiraba de la correa, entre otras situaciones.

Cuando el perro contaba ya con 9 meses, los propietarios notaban cómo el problema se iba agravando progresivamente por lo que tomaron diversas determinaciones como cerrar puertas de los dormitorios por las noches o dejarlo encerrado en una habitación cuando estaban ausentes de casa. Así mismo, se enfrentaban sistemáticamente al perro pegándole con un periódico cada vez que el perro mostraba algún comportamiento agresivo, a lo cual el perro respondía con actitudes amenazantes gruñendo, frunciendo los labios o ladrando, con signos corporales propios de agresividad ofensiva como la rigidez corporal, orejas y cola erguidas y pupilas dilatadas.
El perro comenzó a arañar la puerta de salida al exterior y ventanas, a orinar pequeñas cantidades de orina levantando la pata en determinados lugares como sillas o camas, a interponerse en el camino cada vez que los propietarios intentaban salir de casa, a realizar montas a todos los miembros de la familia, o a poner las patas sobre ellos cuando estaban sentados. Sin embargo no recuerdan que se diera ningún tipo de conflicto de este tipo con las visitas.

Al poco tiempo, los propietarios fueron al veterinario por un problema de diarreas el cual medicó con amoxicilina. Al consultarle el problema que tenían con el perro el veterinario diagnosticó un problema de dominancia hacia sus propietarios, sin darles ninguna pauta de actuación para resolver el problema salvo la castración, a la cual ellos se negaron.
Dos meses después de la visita al veterinario, el hijo de 14 años de edad fue mordido duramente por el animal al tratar de bajarlo del sofá del salón. El tipo de mordida fue una breve con los incisivos que le produjo un hematoma. Por consejo de un amigo, decidieron dejarlo encerrado y aislado en el patio varios días. Parece que después de ese tiempo de aislamiento el animal tuvo una ligera mejoría que duró hasta que de nuevo “Wolf” mordió a Carlos cuando este trató de acariciarlo de la misma forma que hizo anteriormente su hijo aunque esta vez sin ninguna secuencia de amenaza previa.

A continuación, y para llegar a un diagnóstico acertado del problema y por tanto a su correcto tratamiento, hemos de descartar otras posibles patologías que pudiera padecer el animal y que pudieran llevarnos a confusión. Para ello realizaremos un diagnóstico diferencial.

Diagnóstico diferencial

Generalmente, la agresividad hacia personas con claras señales corporales del animal como su postura ofensiva se manifiesta en situaciones relativamente predecibles, con secuencias de amenaza, ataque y apaciguamiento a no ser que, por desconocimiento de los propietarios haya habido un refuerzo constante de estos comportamientos, por lo que la agresividad se haya podido instrumentalizar, es decir, haya sido aprendida.

Los perros que son amenazados o castigados por manifestaciones agresivas, son capaces de aprender a asociar el dolor o el miedo con el estímulo, volviéndose más agresivos cada vez que la situación se repite.

Después de hacer un examen exhaustivo del animal y gracias a las pruebas de laboratorio cabe descartar que la agresividad que el perro muestra sea por alguna causa orgánica. Según los datos obtenidos en la anamnesis, cuando los propietarios empezaron a notar el comportamiento agresivo de su perro hasta la segunda vez que mordió a uno de ellos, el animal mostraba una organización secuencial de amenaza, ataque y apaciguamiento como señal de parada.

Por ello, cabe descartar una posible disocialización primaria la cual trata de perros que no han aprendido las reglas de la vida en grupo (V.Coll, 2006) ya que han sido separados de su madre y hermanos antes de los dos meses de edad, por lo que no han aprendido el lenguaje y comportamiento propio de los caninos y que, por tanto, también carecen del aprendizaje de señales propias previas al ataque. En este tipo de trastorno, además, se dan frecuentes y descontroladas mordidas.

Por otro lado, el hecho del comportamiento destructivo y eliminativo del perro nos podrían llegar a confundir en el diagnóstico con una ansiedad por separación. Hay que fijarse en las situaciones y en las localizaciones en la que el perro defeca y orina, tanto en presencia o en ausencia de los propietarios en clara forma de marcaje y siempre en lugares bien visibles y levantando la pata. Esto difiere de las degradaciones dispersas y de las defecaciones y micciones múltiples por miedo las cuales observamos en la ansiedad de separación (V.Coll, 2006) De todas formas, y para no errar en el diagnóstico, se filma el comportamiento del animal en ausencia de los propietarios en la que efectivamente no muestra ningún tipo de ansiedad salvo esporádicos comportamientos destructivos.

La agresividad por miedo se caracteriza por la postura corporal defensiva del animal, la cual no coincide con la postura ofensiva de nuestro caso. En cuanto a la agresividad territorial, un aspecto clave del diagnóstico es que este tipo de agresividad se manifiesta sólo hacia personas desconocidas y únicamente cuando entran en lo que le perro considera su territorio (X. Manteca, 2003)

Por otro lado encontramos la agresividad por protección de recursos que diversos autores consideran como una manifestación de un problema de agresividad por dominancia. “Wolf” muestra este tipo de agresividad cuando le intentan quitar la comida o determinados juguetes.
También se debe descartar la agresividad redirigida, pues en el caso que tratamos el contexto en que se dan las agresiones son siempre hacia los propios estímulos que la provocan.
La agresión aprendida puede ser consecuencia de enseñar a los perros a ser agresivos. Sin embargo, se puede producir exactamente con la misma facilidad cuando otras causas de agresión son reforzadas sin querer por el dueño (S. Morillas, 2006)

Por último, en el síndrome de privación, patología que padecen aquellos animales cuyos tres primeros meses de vida han transcurrido en un ambiente muy pobre de estímulos y que por ello demuestran un déficit de las informaciones sensoriales, las mordidas se producen por miedo y hay hiposocialización. En el caso de “Wolf”, las mordidas no se producen en contextos que puedan producir miedo al animal, sino que sus agresiones son de tipo ofensivo.
En la siguiente edición se explicará la valoración del riesgo y el tratamiento que requiere un caso como el de “Wolf” y sus propietarios.

Sección de Comportamiento Animal
Pets y Más. Costa Rica 2007Año 7. Volumen 1Número 80

MSc. David Peiró PuenteEtólogo Clínico Veterinario y Adiestrador Canino Profesional Profesor de Etología Clínica Veterinaria Universidad Veritas Jefe de Proyecto del Centro de Rescate de Animales Silvestres "Rancho Margot". Correo electrónico: fogaus@gmail.com
www.fogaus.com
Teléfono: (506) 24487128


II Parte


En la edición anterio se describió un problema de comportamiento de agresividad hacia los propietarios de un pastor alemán de un año y medio de edad. En esta edición se explicará la valoración del riesgo y el tratamiento que requiere un caso como el de “Wolf”
Valoración del riesgo

Es importante valorar el riesgo que pueden correr las personas que cohabitan con un animal que muestra agresividad hacia ellas. Hay que estudiar si el tratamiento que se le va a someter al perro puede ser efectivo, o en su defecto habrá que recurrir a la eutanasia del animal.

Se han producido lesiones a los propietarios en dos ocasiones que han requerido la visita al médico. Aunque estas agresiones no han sido de gravedad, ello no implica que en próximos conflictos sí puedan serlo. Estas agresiones no fueron comunicadas a las autoridades.

El peso del animal es superior a 18 kilos y en casa no hay niños menores de 10 años. De cualquier forma, las agresiones son predecibles y se le puede introducir el bozal para evitarlas. El animal se encuentra en un piso por lo que los propietarios tienen control sobre él. Es importante que el propietario entienda que no existe una opción (desde las terapéuticas o a las farmacológicas) que garantice que su perro no vuelva a morder nunca. Se trata de un sistema biológico impredecible, y en el que no podemos controlar por completo la influencia del medio ambiente (S. Morillas, 2006)

Tratamiento:

Ante todo, los propietarios han de evitar cualquier situación de riesgo, cualquier enfrentamiento con el perro. Conviene antes de comenzar el tratamiento evaluar el factor riesgo y las posibilidades de conseguir la solución del problema de comportamiento.

Dado que los valores de las pruebas de laboratorio están dentro de los parámetros normales por lo que se puede descartar cualquier posible patología con causa orgánica que justifique la agresividad por dominancia del animal hacia sus propietarios, el siguiente paso será enfocar el tratamiento en tres direcciones: modificación de conducta, modificación del ambiente y al tratamiento farmacológico. El tratamiento de los desórdenes jerárquicos conlleva medicación y regresión social dirigida para poner al animal en un estado de sumisión.

La terapia de modificación de conducta consistirá en suprimir todas las prerrogativas jerárquicas del perro apoyándolo con un adiestramiento básico en obediencia, técnicas de desensibilización y contracondicionamiento y con la modificación del ambiente. Para ello se ignorará completamente al perro durante 2 semanas (M. Ibáñez, 2006) Es fundamental la colaboración de los propietarios que han de ser plenamente conscientes de la importancia de su actitud ya el objetivo consiste en lograr que el perro no pueda tomar la iniciativa al la hora de interactuar con ellos. La comida se le suministrará siempre con la presencia del perro e incluso los propietarios no han de estar presentes tampoco cuando el animal coma. Se darán dos tomas diarias retirando el alimento a los 15 minutos de haberlo puesto. Se harán dos salidas diarias para que el animal elimine exclusivamente suprimiendo los paseos. Su zona de dormir ha de ser un lugar poco importante de la casa y siempre el mismo fuera de la vista de los propietarios. Además se aconseja el uso del bozal permanente durante todo este período para evitar posibles accidentes.

Una vez pasadas las 2 semanas, comenzaremos con el adiestramiento básico con la ayuda de un adiestrador o terapeuta del comportamiento. Se le enseñarán órdenes básicos como “sentado”, “tumbado”, “quieto”, etc. que el perro habrá de obedecer siempre que quiera conseguir atención o comida. Con ello conseguiremos que el perro ejecute acciones condicionadas por nosotros. De esta manera se refuerza la obediencia, que en cierta manera es contraria a la dominancia (Manteca, 2003) Además, solo recompensaremos al perro ante cualquier conducta sumisa que éste muestre en lugar de castigar las dominantes o agresivas. El castigo del animal es una de las situaciones que desencadenan la agresión. Por lo tanto, el castigo no solo es contraproducente sino que puede resultar peligroso (Manteca, 2003)

Por otro parte comenzaremos con un programa de desensibilización sistemática hacia los recursos alimenticios y territoriales. Se echará a perder cualquier programa de desensibilización si exponemos al perro a una situación que no puede controlar (J. Donaldson, 2003) Se aconseja a los propietarios además la introducción al transportín para asignar al animal el lugar que le corresponde y tener mayor control sobre él.

Finalmente se aconseja la castración con el fin de reducir la impulsividad que demuestra el perro. Los propietarios acceden.

Tratamiento farmacológico: Se le administrará fluoxetina a 1 mg/kg cada 24 horas.Se requerirán análisis sistémicos hepáticos, renales y tiroideos T4 y TSH, así como descartar posibles neoplasias glandulares antes de iniciar tratamiento farmacológico. Una vez comprobados, se procede a iniciar el tratamiento farmacológico (análisis no disponibles aunque realizados y revisados)

Seguimiento

Los propietarios se ponen en contacto al cabo de un mes. Informan de una mejoría general no mostrando gruñidos al quitarle la comida aunque sí cierta tensión, así como cuando en el manejo del animal al bajarlo del sofá. Se le mantiene la fluoxetina en iguales dosis durante las próximas ocho semanas. A las siete semanas se vuelven a poner en contacto informando de una gran mejoría del animal, sin ningún comportamiento agresivo. Se les dice que esperen una semana más para cambiar la dosis de fluoxetina a medio comprimido cada 24 horas durante 8 semanas más. Pasado este tiempo nos informan de el fin del problema que les había llevado a consulta. Se le vuelve a cambiar la dosis de fluoxetina a medio comprimido cada 48 horas durante 6 semanas más y después se retira el tratamiento.
En la próxima edición encontrará información sobre los inconvenientes de comportamiento debido a la ansiedad por separación en mascotas.

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